jueves, 8 de septiembre de 2011

La locura de Foucault




     Todo el mundo cuando escribe tiene un lector en su mente, esa persona destinada para que lea lo que escribimos, aquella persona que tenemos en mente cuando una palabra es sustituida por otra porque le gustará más. ¿Qué pasaría si saliéramos al encuentro de ese lector potencial que tanto anhelamos y que nos obsesiona? Pues que correríamos el riesgo de conocernos a nosotros mismos y descubrir facetas de nuestra personalidad que ignorábamos.

     Así, la Locura de Foucault habla sobre una historia de amor no correspondida muy típica en la vida, que es la del amor propio. Un viaje hacia ningún lugar viendo todo el mundo. Encontrarse con la persona a la que queremos parecernos y descubrir que somos tan parecidos como diferentes. Y descubrir que quien nos quiere estará esperando el día que seamos nosotros, y hasta entonces será simplemente un anhelo en el aire, cercano y a la vez inalcanzable.

     Si esta reseña está compuesta de frases contradictorias y hetéreas, en las que no se dice nada, es porque no hay más que decir. Este libro, de lectura obligatoria esconde una historia que engancha desde la primera página, que nos permite acercarnos a la magia de lo académico, tan denostado en un mundo que brilla por su falta de luz, y a la vez nos termina invitando a descubrir aquello de nosotros que ni siquiera nosotros vemos. Aunque eso sí, es por lo que esa persona especial en la vida nos ha encontrado y elegido para hacer juntos el camino.

     Pero no esperéis una obra tediosa. El ritmo de la novela es ágil y te metes tan rápido en ella que al terminar n te has dado cuenta. El argumento nos acerca a un joven doctorando que consigue la posibilidad de entrevistar a la figura sobre la que está versando su tesis rompiendo el tedio de las bibliotecas y marcharse en busca de alguien, que viviendo aislado  diagnosticado de esquizofrenia no tiene interés en recibirle hasta que le confiesa ser su lector. 

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