Todo el mundo cuando escribe
tiene un lector en su mente, esa persona destinada para que lea lo que
escribimos, aquella persona que tenemos en mente cuando una palabra es
sustituida por otra porque le gustará más. ¿Qué pasaría si saliéramos al
encuentro de ese lector potencial que tanto anhelamos y que nos obsesiona? Pues
que correríamos el riesgo de conocernos a nosotros mismos y descubrir facetas
de nuestra personalidad que ignorábamos.
Así, la Locura de Foucault habla
sobre una historia de amor no correspondida muy típica en la vida, que es la
del amor propio. Un viaje hacia ningún lugar viendo todo el mundo. Encontrarse
con la persona a la que queremos parecernos y descubrir que somos tan parecidos
como diferentes. Y descubrir que quien nos quiere estará esperando el día que
seamos nosotros, y hasta entonces será simplemente un anhelo en el aire,
cercano y a la vez inalcanzable.
Si esta reseña está compuesta de
frases contradictorias y hetéreas, en las que no se dice nada, es porque no hay
más que decir. Este libro, de lectura obligatoria esconde una historia que
engancha desde la primera página, que nos permite acercarnos a la magia de lo académico,
tan denostado en un mundo que brilla por su falta de luz, y a la vez nos
termina invitando a descubrir aquello de nosotros que ni siquiera nosotros
vemos. Aunque eso sí, es por lo que esa persona especial en la vida nos ha
encontrado y elegido para hacer juntos el camino.
Pero no esperéis una obra
tediosa. El ritmo de la novela es ágil y te metes tan rápido en ella que al terminar
n te has dado cuenta. El argumento nos acerca a un joven doctorando que
consigue la posibilidad de entrevistar a la figura sobre la que está versando
su tesis rompiendo el tedio de las bibliotecas y marcharse en busca de alguien,
que viviendo aislado diagnosticado de
esquizofrenia no tiene interés en recibirle hasta que le confiesa ser su
lector.
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