CARAMEL
En la peluquería de Nadine
Labaki.
“El matrimonio es más o menos obligatorio en las familias árabes
tradicionales. Los matrimonios concertados están muy extendidos y los padres
suelen decidir el momento y, también asumen la responsabilidad de encontrar una
pareja adecuado. Los hijos e hijos que no sienten expresamente atraídos por el
sexo opuesto pueden intentar retrasarlo durante una temporales, por los el
abanico de excusas plausibles para no casarse es mínimo. Esto les plantea una
alternativas nada envidiable: hacer pública su sexualidad (con todos los
consecuencias por ello puede conllevar) o aceptar que el matrimonio es
inevitable e intentan reprimir sus necesitados homosexuales o buscarlos vías
escape fuera del matrimonio”.
“En el Líbano hay hombres que bailan la danza del vientre, cuyas
actuaciones son apreciadas y aplaudidas por un público, aparentemente
heterosexual de ambos sexos. En Marruecos se puede ver a hombres travestidos
trabajados en las parques de atracciones”
Brian
Whitaker “Amor sin nombre. La vida de gays y lesbianas en el Islam”
Nadine Labaki es el nombre de quien más asombro ha despertado en el cine contemporáneo al sorprender a propios y extraños con su
delicioso debut en el largo “Caramel”, una historia de mujeres de distintas
edades reunidas en el trabajo de una
peluquería situada en la parte cristiana de Beirut, un lugar que se nos
presenta como empobrecido pero colmado de vida y amor por las criaturas que lo
pueblan, diferentes pero unidas por un
destino común.
Labaki no aborda el conflicto que sacude a su país, opta por
el intimismo, no nos habla de la
invasión sionista de El Líbano, sólo centra
su atención en un grupo de mujeres que luchan por salir adelante en un
lugar que sólo les puede ofrecer vida y
colores.
Hábil mezcladora de
texturas, sonidos, canciones e imágenes, Labaki traza una historia
aparentemente ligera que le sirve para reflexionar sobre la condición femenina
en un país que, a pesar de los avances que se muestran en el filme está todavía dominado por sutiles retazos de un
estado patriarcal y religioso.
Igual de desenvuelta delante que detrás de las cámaras, la
directora y protagonista de “Caramel” nos habla de temas de mujeres que afectan a las mujeres de todo
el mundo: la maternidad, el miedo a envejecer, la infidelidad y los celos, la
necesidad de aparentar, el amor entre mujeres, la familia como núcleo a la vez
tierno y opresivo, la lucha por la independencia personal, sexual y económica,
los contrastes entre la modernidad y las tradiciones…Nos muestra caracteres femeninos bien diferentes -cuando
no opuestos- pero desmonta más de un tópico sobre el comportamiento de las
mujeres en los países musulmanes al mostrarnos como se han incorporado a su
vida cotidiana muchos elementos de la cultura occidental (los móviles, la
publicidad, la falta de miedo ante las fuerzas del orden público (encarnadas
por ese joven policía del que acaba enamorándose la protagonista) , la
coquetería y la expresión del lesbianismo o la búsqueda de la pasión y el amor
en las mujeres de la llamada “tercera
edad”)
“Caramel” es una película de mujeres, con lejanos ecos de “Volver” de Almodóvar o de algunos filmes franceses sobre la
condición femenina desde un punto de vista moderno e irreverente, algunos títulos de Ozpetek y algunos otros filmes mediterráneos sobre la
familia, los lazos afectivos “no tradicionales”
y el poder de la amistad, pero
con una visión intimista y visualmente hipnótica de un lugar olvidado por el
mundo, pero rescatado por criaturas muy humanas, llenas tanto de flaquezas como de belleza y encanto.
La música y las voces de esas mujeres que comparten sus
problemáticas cotidianas dentro y fuera de ese salón de belleza fotografiado en
tonos cálidos, mantienen un ritmo alternativamente lento y fluido y está
lleno de situaciones tragicómicas, lenguaje mordaz y momentos de extraña
sensualidad. La delicadeza con la que Labaki trata a sus mujeres no tiene nada
que envidiar a la comprensión con la que Eytan Fox u Ozpetek tratan a sus
criaturas, a pesar de sus momentos de confusión amorosa, sutiles
enfrentamientos, equívocos o dolor
pasajero. A pesar de los momentos de
ritmo contemplativo, se nos ofrece un
estilo mucho más accesible y en cierto sentido “occidental” que el que
encontramos en el hermetismo del cine de Amos Gitai o incluso Chantal Akerman,
decantándose por formas audiovisuales atractivas y actuales, narrativa que
avanza con claridad y personajes bien
definidos.
Las vidas de estas mujeres se estructuran en torno a verdades
y mentiras o verdades a medias que se cuentan a sí mismas o que cuentan a otros: así Layal trata de atraer a un hombre
que nunca dejará a su esposa, Jamal finge tener la regla para parecer más joven
de lo que es, Rima disimula su lesbianismo, al menos durante una parte del
filme y Nisrin se ve obligada a fingir
ser virgen para llegar a un matrimonio que no puede alterarse con el deseo
sexual de la mujer fuera del círculo familiar. El policía joven y simpático
trata de contener su atracción creciente por Layal al tiempo que Mimi se
maquilla exageradamente ante el espejo
para acudir a una cita con un anciano
caballero. Algunos de estos conflictos se resuelven satisfactoriamente, o las
mujeres canalizan sus frustraciones buscando otras vías de escape y
realización, pero otros quedan sin resolver como consecuencia de un entorno nada opulento, una cultura patriarcal y una
sociedad en la que oriente y occidente
chocan de manera sutil pero, en el fondo, violenta.
Lejos del distanciamiento
y la burla de las “8 mujeres” de Ozon, Nadine Labaki ama con ternura y
comprensión los abismos sentimentales de esas peluqueras, amas de casa o
ancianas bordadoras de sueños que pueblan un país joven continuamente amenazado
por formas viejas de violencia e
integrismo : el fundamentalismo talibán y la invasión sionista. Al contrario
que en el cine de Balletbó Coll, el
lesbianismo no aparece como motor central de la narración sino como una
expresión de sentimientos adormecidos en uno más de los personajes del filme,
la joven Rima. Aunque su forma de
relacionarse físicamente, la cercanía de sus cuerpos y sus cueros cabelludos nos
hagan pensar, a ratos, en una intimidad femenina y feminista cercana al
“continuum” entre la amistad y el amor de Adrienne Rich. El filme se cierra con
el acto de la mujer que desea Rima dejándose cortar su larga y negra cabellera
y observando -entre divertida y algo asustada- el extraordinario cambio que se
ha producido en ella reflejado en las
vitrinas del salón de belleza. Si en el
cine de Gitai cortarse el pelo era una acto de penitencia en la opera prima de
Labaki es un gesto de liberación sexual
y autorrealización personal. La directora casi nunca se ríe de sus
personajes sino que se ríe con sus personajes, al igual que llora con ellas.
Pequeños gestos pueden
adquirir grandes significados: algo que sucede bajo las faldas de una mesa
donde come una familia tradicional, el acto de lavar en pelo de otra mujer como
un acto de amor y pasión contenida, el hecho de maquillarse y desmaquillarse en
una mujer de avanzada edad, el intento de parecer una mujer más joven y el
fracaso; recoger papeles del suelo, una visita inesperada, el hecho de limpiar
la habitación de un hotel para preparar el cumpleaños de un hombre casado que
nunca se presenta…
La peluquería donde trabajan Layal (interpretada por la
propia Labaki), Nisrin y Rima no es el único escenario del filme, también vemos
la casa donde la anciana Mimi confecciona los trajes de un caballero al
que trata de seducir a pesar de su edad
y de la locura de su hermana Lili, la comisaria local y sus agentes prepotentes
, la clínica donde, acompañada de sus
amigas, Nisrim se cose el himen para llegar “virgen” al matrimonio, el plató
donde Jamal trata de convertirse en actriz o al menos en un rostro más joven
para los anuncios de televisión, el hotel donde Layal espera infructuosamente
el encuentro con un hombre casado que no responde a sus llamadas y finalmente
el espacio más abierto donde se celebra la boda y donde la capacidad de
síntesis de Labaki como realizadora llega a su apogeo mezclando el humor, la
esperanza, y la alegría y el dolor pasajeros.
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