Y al llegar septiembre
desempolvamos este clásico. Quizás si se hubiera rodado hoy en día, hubiera
sido una película ingenua; pero no, esta película se rodó en un momento que el
movimiento gay- no hablamos de ahora sino de entonces- estaba de capa caída;
tras los impulsos que trajeron en cuanto a la liberación sexual los setenta, herederos de Stonnewall y de Mayo del 68, los ochenta
con la aparición del VIH y su interesado uso por partes de los políticos de
entonces, el movimiento perdió fuerza. Una película como Priscilla era más que
necesaria, porque resultaba una bofetada de aire fresco. Aunque es una comedia
y la frivolidad campa a sus anchas, no oculta, aunque sea convirtiéndolo en
momentos cómicos, las diferentes realidades del mundo gay y transexual, y la
homofobia. La homofobia, junto al machismo, aparecen vinculadas al mundo rural,
el cual sigue siendo hoy en día un reto, pero va más allá, porque lo que viene
a decirnos es que a lo que hay que tenerle miedo es al desconocimiento y a la
cerrazón, que son el caldo en el que se cultiva el machismo y la homofobia.
Así que, si queréis pasar un rato
entre lentejuelas y canciones petardas de los setenta y ochenta, dadle al play
y comenzad este viaje por el desierto en nuestro autobús rosa. Priscila va a
partir.
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