REGARDE LA MER
“Regarde la mer” de François Ozon
comienza de un modo paralelo a “Une robe de été”, pero
la naturaleza bien diferenciada de sus personajes impone un cambio
en el estilo , las tonalidades estéticas y el ritmo
mucho más pausado, y a la vez crispado, de este otro filme. Una mujer se
levanta, da el biberón a su bebé, trata infructuosamente de hablar
con su marido -cuya ausencia marca drásticamente el
filme- y se va a la playa en bici acompañada de su criatura. El desplazamiento
del personaje puede considerarse similar, pero aquí el tono es pausado y melancólico,
el ensimismamiento de la protagonista nos avanza la clausura anímica de otras
mujeres presentes en su cine posterior (como la Charlotte Rampling de “Swiming
pool”). La playa, el rumor del viento en los árboles, el rostro de la
protagonista al sol, recibiendo una luz que a la vez la despierta y la ciega
(algo que reencontraremos con mayor elegancia visual en “Bajo la arena”
y “El tiempo que queda”), el rugido de las olas del mar, la arena
son de nuevo el leit-motiv de un relato silencioso e inquietante; pero
aquí los colores como la música lánguida dan un sabor otoñal y siniestro a las
imágenes.
Una joven campista irrumpe en las
inmediaciones de la casa mientras la protagonista baña a su bebé en la bañera y
le pide permiso para instalarse en una parcela del campo que rodea su
hogar; pero la joven es hermética y silenciosa. Ozon se acerca más que nunca a
Bergman y sus mujeres, silenciosas y a la vez ruidosas. El sonido realista de
los objetos, del agua, del llanto del bebé están ya presentes, con un
tono más marcado que en otros trabajos breves de Ozon, más estilizados.
El color rojo es de nuevo empleado con una clara connotación emocional, ya que
tras la calma casi parsimoniosa se ocultan algunas corrientes emotivas que van
a aflorar en la narración. Aunque la comunicación entre ambas parece difícil.
Ozon dota a su primer encuentro dentro de la casa -la cena- de una rara
fisicidad haciendo que la peculiar inquilina (ocupa) lama el plato
de un modo ostentoso para mostrarnos luego a la protagonista, frente
al espejo, lavándose los dientes. Más tarde, en la nocturna intimidad de su
cuarto, se masturba con/contra un mueble (¿pensando en la visitante?). A
la mañana siguiente exhibe, abriendo las persianas, su radiante desnudez y se
pone un vestido rojo, como roja es la tienda de campaña de la visitante,
ubicada en su jardín, que brillaba en la oscuridad de la noche o el sombrero
que luce, a la luz del sol, su bebé… Todo el filme está presidido, en su
primera parte, por largos silencios y por sonidos de lo cotidiano que, sin embargo,
adquieren una turbadora resonancia y un oscuro presagio. La relación de las
mujeres con los objetos y las superficies o con su propia fisicidad está
presidida por la calma en el caso de la protagonista y por un cierto gusto por
lo repugnante en el caso de su cada vez más misteriosa
inquilina. Sus planos en el cuarto de baño forman parte de la antología
ozoniana de lo bizarre y anticipan, en un tono más descuidado, la
hermosa secuencia del baño de Franz (Malik Zidi) en “Gouttes…”, con
monólogo teatral fassbinderiano incluido, en la que el realizador nos muestra
en primerísimos planos cómo el joven, con inquietante solemnidad, se
quita meticulosamente las espinillas de la piel y se corta las uñas
-fragmentando su cuerpo en primerísimos planos y planos detalle- pero, mientras
en aquel caso se pretendía transmitir inocencia, hay en éste
un punto de atavismo y progresivo aislamiento.
Como en “Une robe
d´été”, el bosque frondoso, lindante con el mar y la arena, se erige
en espacio del encuentro sexual más inesperado, en este caso el de la
protagonista con un hombre al que poco antes hemos visto mantener una relación
furtiva con otro chico en el mismo lugar. La sexualidad en Ozon se une una vez
más a elementos tomados del paisaje y la dimensión anímica de los escenarios.
Podemos ver mayor proximidad física entre las protagonistas, aunque por sus
diálogos y sus silencios percibamos una inquietante distancia entre ambas. No
obstante, con su terrorífica conclusión, que algunos considerarán gratuita, el
filme acaba situándose más cerca del Ozon cruel y perverso de “Le petit
mort”, “Regarde la mer”, “Sitcom” o “Les amants criminels” que
del lúdico y travieso pero más apacible de “Une rose entre nous” o
“Une robe d´été”.
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