Las road movie, o películas que
narran las aventuras de uno o varios personajes a lo largo de un viaje suelen
tener mucho potencial de base. Desde la Iliada y salvando las distancias, se
reproducen muchos lugares comunes, que no por eso dejan de ser atractivos. En
primer lugar, tenemos un viaje lleno de dificultades y de tropiezos que, según sea
el género, puede convertirse en un motivo de comedia o de aventuras. El viaje exterior
normalmente es un reflejo del viaje interior que suelen tener los personajes,
por lo que raramente son personajes planos y aburridos. Los secundarios, o
personajes que se encuentran en el camino suelen ser extraños compañeros de
viaje, que rompen la cotidianeidad de un mundo aburguesado y bienpensante.
Y si el otro día os trajimos a
Priscila, Transamerica no podía faltar en este pequeño ciclo de películas de
viaje que terminaremos el jueves, al no ser que alguien nos proponga un nuevo
título para analizar. Transamerica tiene todo esto y además una historia tierna
y llena de conflictos. Y es que Bree, justo antes de que la operen para
terminar su reasignación de género, recibe la llamada de un hijo que no sabía
que tenía. Por orden de su psicóloga (y este apartado es el que menos nos gusta
de la película, puesto que la psicóloga tiene un poder de decisión demasiado
fuerte e innecesario para negar o dar a una persona sana lo que desea) tiene
que ayudar a este hijo que espera, no obstante, que su padre aparezca por una
puerta y le abra un camino que siempre le han negado.
Esta película es genial. Yo la vi sin previo aviso de saber cual era el tema y me quedé maravillado, hace falta que un tema como la reasignación de género reciba un trato tan humano y a pie de calle como en la historia de Bree.
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